miércoles, 2 de marzo de 2011

risa

Hay algo entre las hebras de tu pelo, algo que el viento se rehusa a llevarse.  No lo vi antes, cuando te arrastraba escaleras abajo.  Debí haberlo visto antes.  Un trozo de metal oscuro no se pierde facilmente entre esa mata de pelo rubio.

El agua se encargará, supongo.  Todo se enredaba en tu pelo mojado: sus dedos, sus labios.  Hay látigos, ahí, sostenidos por mil grapas invisibles.  Serpientes y coronas, todo alineado y mítico.  Nada brilla igual en el agua.

Hay algo en la palma de tus manos, marcas que yo no hice: no puedes culpar mis cuerdas.

Te quemaste sacando pan del horno: todas fuimos panaderas.  El levantarse temprano para hacer algo tibio y único que se vendía por docena.  Al mediodía, todo es frío y lo vendes a mitad de precio.  A la noche cierras y rezas por el amanecer.

Hay una pestaña incrustada en tu ojo, parpadeas y parpadeas y no la puedes sacar.  No te puedo soltar las manos, no.  Si nos conociesemos, tal vez, me pedirías que te sople el ojo, como lo hacía tu abuela. No te conozco lo suficiente para desatarte.

Hay algo que huele a sangre y sabe a bilis, algo entre tu y yo que me hace morderme el labio.  Los dientes cortan carne y somos cada vez más los neandertales en esta tierra.

Estas aquí, descontextualizada.  Quiero odiarte, quiero conocerte.  Quiero saber qué estoy cortando.

No es lo mismo carne de res que de caballo.  No es lo mismo.

Te ríes de mí, desde el otro lado del espejo, allí, debajo del lago.  Ries y parece que gritas.

Tal vez somos más parecidas de lo que pensaba.  Porque cuando río yo, parece que lloro.

Había algo entre las hebras de tu pelo, pero ya está resuelto.  El agua pasa por ti como lo hace por todas nosotras y te limpia. 

Meto las manos al agua y rezo por que amanezca.  No habrá rojo en mi levadura ni metal en mi harina.

Nadie amasa en silencio.

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